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El neoclasicismo

 

Debido a que el proceso fundacional de San Felipe y Santiago de Montevideo recién fue iniciado a comienzos del siglo XVIII, los primeros edificios institucionales construidos en la ciudad adoptaron el lenguaje arquitectónico elegido por los borbones como expresión “oficial” del Imperio Español: el neoclasicismo. Con el cometido de controlar que las construcciones se ejecutasen de acuerdo a las normas establecidas por la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, la Corona envió a Tomás Toribio, un arquitecto egresado de la misma. Los edificios en los que intervino dan cuenta de su competencia en el manejo de las formas y las proporciones clásicas en un marco de sobriedad impuesto por las escasez de recursos económicos. También los ingenieros militares cumplieron un papel destacado, ya que además de ocuparse de las construcciones destinadas a la defensa de la ciudad extendieron su campo de actuación a la arquitectura civil y religiosa, empleando un lenguaje neoclásico que no siempre se atuvo de manera estricta a la norma académica.

Una vez concluido el período colonial, y de acuerdo al régimen liberal imperante, las murallas que rodeaban la ciudad fueron demolidas y ésta experimentó su primer ensanche. El lenguaje arquitectónico empleado en los primeros edificios republicanos continuó siendo neoclásico, pero, -al igual que el soporte ideológico de la gesta independentista-, de procedencia francesa. Así, la arquitectura montevideana pasó a inspirarse en la del Imperio Napoleónico -inspirada a su vez en la del Imperio Romano-, por lo que su expresión resultó menos austera y más ornamentada que la del período colonial. El ingreso masivo de inmigrantes proveyó a la joven república de arquitectos e ingenieros formados en Francia que vinieron a llenar el vacío profesional existente.