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L’architecture éclectique

 

Ya avanzada la segunda mitad del siglo XIX, la arquitectura de Montevideo amplió su repertorio formal hasta ese momento restringido al neoclasicismo, e incorporó las reformulaciones renacentistas del clasicismo antiguo, lenguajes de filiación no clásica como el gótico, y los más variados exotismos de procedencia oriental. Ese viraje de una arquitectura neoclásica a una arquitectura ecléctica estuvo estrechamente vinculado a la influencia ejercida por el espiritualismo filosófico en nuestra Universidad. La nueva doctrina permitía emplear e incluso combinar en un mismo edificio, aquellos lenguajes y tipos arquitectónicos que el arquitecto entendiese más adecuados a la especificidad de cada programa edilicio. El eclecticismo historicista trascenderá la órbita de la arquitectura institucional y representativa para multiplicarse en la construcción de suntuarias residencias y villas de recreo destinadas a las clases altas ubicadas respectivamente dentro y fuera de los límites de la ciudad. El reducido número de profesionales que tuvo a su cargo la proyectación de esas obras continuó siendo mayoritariamente extranjero; sumándosele unos pocos técnicos uruguayos que se habían formado en Europa pensionados por el gobierno, única posibilidad de acceder al título de arquitecto hasta 1885 cuando comenzaron los cursos de arquitectura en nuestro país. Por lo tanto, el vertiginoso aumento de la cantidad de edificaciones que experimentó Montevideo en esos años quedó en manos de constructores, en su mayoría inmigrantes de origen italiano, que contribuyeron a la popularización del eclecticismo a través de la construcción de incontables viviendas de un mismo tipo al que posteriormente se denominó “casa estándar”. Las mismas repiten con pequeñas variaciones un mismo diseño de fachada ornamentada con motivos de filiación renacentista, otorgando a la ciudad un grado de urbanidad nunca vuelto a conseguir.